En respuesta a la necesidad de otorgar instancias de recuperación y rehabilitación a personas con adicción al alcohol y a sus familias, es que el Policlínico El Salto cuenta con el Programa Ambulatorio Intensivo, más conocido como PAI. Un tratamiento que dura dos años, en que los pacientes asisten a terapias grupales semanales, talleres, terapias psicológicas y controles psiquiátricos.
El programa está a cargo del psiquiatra Dr. Tomás Middleton, el cual trabaja con un equipo de especialistas. Además de la labor de los profesionales, los pacientes cuentan con el apoyo de un grupo de orientadoras y consejeras familiares que voluntariamente colaboran en su proceso de rehabilitación, cumpliendo desde tareas administrativas, hasta el importante rol de apoyo y acompañamiento a sus familias. Ellas son: Nora Aramburu, Elizabeth Silva y Rosa Titelman.
Nora Aramburu trabaja como voluntaria del PAI desde el año 2011, su trabajo consiste en armar la agenda de los profesionales, citar pacientes y sus familias, confirmar horas y realizar pre entrevistas de posibles pacientes. “Al poco andar y viendo el esfuerzo que los pacientes realizan por salir adelante, uno se va comprometiendo cada vez más, no puedes dejar de ir viendo que ellos trabajan día a día por sobreponerse a su enfermedad”, cuenta Nora.
Nuestra voluntaria asegura que para ella ha sido un privilegio este voluntariado, por todo el aprendizaje que conlleva. “Los pacientes te enseñan un montón de virtudes, son agradecidos y su compromiso te obliga a ser responsable, lo cual me hace muy feliz. Me siento útil aportando mi grano de arena a su recuperación”, agrega Nora.
Por su parte, Elizabeth Silva trabaja desde el año 2015 como voluntaria. Su labor consiste en brindar apoyo terapéutico desde la mirada sistémica a la familia o parejas de los participantes del programa que lo requieran, ayudando a resolver conflictos al interior de la familia producto del consumo de alcohol o drogas.
Elizabeth cuenta que este voluntariado ha sido una instancia de aprendizaje inmenso respecto de lo que significa para los pacientes y sus familias el tener algún tipo de adicción. “El trabajar en un equipo tremendamente humano, de gran generosidad y sentir que puedo aportar un pequeño granito a que otras personas puedan vivir mejor y ser más felices, ha sido muy rico”, asegura.
Rosa Titelman trabaja hace dos años en el voluntariado del PAI. Llegó a él por Nora, quien la invitó a ser parte de esta labor y la motivó a trabajar en conjunto. Rosita trabaja con Elizabeth en el acompañamiento de los pacientes y sus familias, apoyándolos en todo el proceso de rehabilitación.
“Para mí ha sido maravilloso trabajar en el PAI. Es conocer un grupo de gente donde las personas importan. Se siente mucha pena cuando recién llegan, por el estado en que se encuentran y mucha alegría cuando logran rehabilitarse. Y cada paso que van dando es una satisfacción enorme. Ellos aprenden a vivir distinto y la familia cambia radicalmente. Cuesta mucho, pero uno que salga de la adicción vale la pena”, cuenta Rosita.
Ellas son las tres voluntarias que desinteresadamente trabajan en la recuperación de las personas y sus familias, entregando una sonrisa, sus virtudes y habilidades para mejorar la calidad de vida de los pacientes del PAI. Porque tal como asegura Nora, “un paciente dado de alta, es una familia entera que sale adelante con una mejor vida y esperanzas en el futuro”.