Carmen Nieto: “Gracias al tratamiento que mi marido recibió en el policlínico todo cambió, nos fuimos como un globo para arriba”

Tras 43 años de alcoholismo, Carmen Nieto cuenta cómo su marido Eduardo Flores entró al programa de rehabilitación de nuestro policlínico y se recuperó de su enfermedad tras dos años de tratamiento.

“Un día mi marido chocó en el auto borracho. Fue ahí cuando se dio cuenta que necesitaba ayuda y nos pidió que lo trajéramos”, recuerda Carmen. Lo recibió el doctor Tomás Middleton con mucho cariño y fueron dos años de tratamiento, en los que Carmen acompañó a su marido. La voluntad y el apoyo de su entorno fue la clave. “Yo antes de comenzar todo esto, me enojaba mucho con él por las cosas que hacía cuando se curaba. Su rutina era de la casa al trabajo y del trabajo a la cantina. Pero gracias al apoyo del doctor y de todo el equipo, mi familia y yo entendimos que el alcoholismo es una enfermedad”, cuenta su esposa.

Estuvieron 48 años casados, de los cuales 43 estuvieron marcados por esta enfermedad. Sin embargo, al comenzar con el programa, todo cambió, se unieron como matrimonio, como familia, con sus hijos y nietos con un objetivo común: rehabilitarlo. “La mejoría se vio al empezar el tratamiento, ya que cambió su rutina. Ya no se iba a la cantina, sino que comenzó a jardinear, cambió de amigos, cambió todo. Incluso se notó en la casa, porque antes se gastaba mucha plata en el trago. Después teníamos cortinas nuevas, pintura para la casa, sábanas lindas y nos fuimos como un globo para arriba, todo mejoró”, explica Carmen.

De esta forma, Eduardo se rehabilitó. Fueron dos años de persistencia y de seguir el tratamiento. Esfuerzo que les entregó cuatro años de un Eduardo recuperado y más feliz, un papá y un abuelo libre de alcohol y presente en cada momento. En junio de este año Eduardo falleció tras un cáncer al pulmón muy agresivo. Su esposa cuenta  que estuvo hasta el final unido a sus hijos, “era la mano derecha de mi hija porque ella tiene una tiendita de ropa en Patronato, le ayudaba a comprar telas y siempre estaba muy atento en lo que pudiera ayudar”.

“Mi familia y yo tenemos un agradecimiento eterno al Centro de Apoyo a la Familia Policlínico El Salto por el buen trato y todo el amor que nos entregaron ese tiempo. Nosotros seguimos viniendo para acá, yo a algunos talleres, mis hijos y nietos a atención dental. De hecho yo vengo al bazar de los días viernes a ayudar, porque no sé cómo explicar toda la gratitud que siento”, concluye Carmen.