Por: Ps. María Jesús Lagos V. – Psicología Infantil Policlínico El Salto
Hoy en día está muy en boga en concepto de “Déficit Atencional”, solemos oírlo en ámbitos educacionales, sociales, familiares y personales. A pesar de ser el mayor motivo de consulta en salud mental, afectando tanto a niños y a adultos, existen aún muchos mitos con respecto a este cuadro. Por esto, se explicará a continuación este concepto en cuanto a sus síntomas, comorbilidades, mitos y tratamientos.
El TDAH (Trastorno de déficit atencional con hiperactividad) es una de las patologías más presentes en neurología y psicología infantil. Éste tiene tres subtipos, los cuales pueden ser según predominio de la desatención, predominio de la hiperactividad o mixto, es decir, no todo niño con TDAH es inquieto. Es un cuadro crónico con síntomas persistentes, de inicio temprano y no es causado por un estresor ambiental (por ejemplo: separación de los padres, cambio de colegio, etc).
Los síntomas se basan en tres pilares, los cuales son la desatención, hiperactividad e impulsividad, sin embargo, si los desglosamos podemos observar distintas manifestaciones del cuadro. En términos generales, podemos observar personas con dificultad para mantener la atención, escaza organización y falla en el procesamiento de la información, que trae como consecuencia problemas de memoria. Es importante aclarar que no hay problemas por fallas en la memoria en sí, sino que ésta presenta dificultades por las fallas en la incorporación de la información. En cuanto a las actividades, dan la impresión de ser desorganizadas y de no ir dirigidas a una meta, junto una escaza persistencia en su realización. La impulsividad se refleja en conductas como no respetar turnos, interrumpir juegos y conversaciones y responder antes de escuchar la pregunta. Emocionalmente experimentan impaciencia y ansiedad, reacciones intensas con difícil regulación y baja tolerancia a la frustración. Psicomotrizmente observamos personas que se mueven excesiva e innecesariamente y torpeza motora por no poner atención a los movimientos. Académica y laboralmente podemos observar cierta dificultad para seguir instrucciones y un rendimiento inestable.
Posible origen del TDAH:
Si bien no se ha encontrado evidencia suficiente para poder establecer la causa del trastorno, han aparecido ciertos hallazgos que dan luz de distintas bases posibles. Se ha podido establecer que existe una gran relación entre padres e hijos con este diagnóstico, lo que refleja un factor hereditario fuerte.
Neurológicamente se ha observado una disminución en la actividad metabólica de las regiones del cerebro encargadas de regular la atención y el juicio en situaciones sociales y en movimiento. También se han registrado alteraciones cerebrales en el área prefrontal, que generan falta de atención, distractibilidad e incapacidad para inhibir una respuesta, junto con alteraciones en la corteza premotora que se refleja en inquietud.
Expresiones según ciclo vital:
Durante el primer año de vida podemos observar a lactantes con problemas de alimentación y sueño, cólicos, irritabilidad y poca capacidad de adaptación. Al adquirir la marcha (1 – 2 años) el niño corre y no camina, es destructor, inquieto, no evalúa peligros, constantemente está explorando y da la sensación de que nada lo entretiene.
A los 3 – 4 años se muestra demandante, impaciente, hace berrinches y constantemente está cambiando de actividad. En el jardín infantil cuesta enseñarle normas y no se adapta a juegos grupales, provocando rechazo social. Al ingresar a preescolar, a los 4-5 años, el niño sigue presentando dificultades de adaptación y problemas para acatar normas y seguir instrucciones.
Si bien la presentación del cuadro no se delimita exclusivamente al área académica, es donde hay mayor expresión de síntomas debido al contexto y al tipo de estímulos, actividades y exigencias a los cuales están expuestos los niños. Por esto, durante la enseñanza básica, entre los 6 a 12 años, observamos niños con problemas de rendimiento, distraído e impulsivo en la sala de clases, lento para completar tareas y que constantemente pierde o se le quedan las cosas. Los padres suelen referir que están siempre “en la luna”, que constantemente tienen la necesidad de correr y saltar, se mueven al estar sentados y que hablan sin parar. Todo esto frecuentemente acompañados de una baja autoestima.
Al llegar la adolescencia, podemos ver jóvenes que presentan mucha angustia, ansiedad e irritabilidad. Presentan conductas muy impulsivas, en ocasiones incluso de riesgo, lo que los lleva también a ser más propensos a sufrir accidentes. Se quejan de ser inquietos y de presentar dificultad para dedicarse a actividades sedentarias tranquilas o monótonas.
Por último, en la adultez seguimos observando la incapacidad para permanecer sentados mucho tiempo, pero se acompañan de la necesidad de estar siempre ocupados o realizando alguna actividad. Existe también mucha frustración asociada a las dificultades en la organización del tiempo y las actividades, junto con la sensación de problemas de memoria por causa de un mal procesamiento de la información por desatención.
Comorbilidad:
Como podemos observar, el TDAH es un cuadro que se presenta a lo largo de la vida, y si bien hay distintas expresiones según el ciclo vital en el que se encuentra la persona, existen ciertas características que se mantienen. Dentro de estas encontramos los problemas de atención, impulsividad, baja tolerancia a la frustración y baja autoestima.
Debido a esto, la probabilidad de desarrollar otras patologías en combinación con el TDAH es muy alta, y por eso se hará énfasis más delante de un buen tratamiento. Como causa de los problemas de autoestima, acompañado de las constantes críticas y decepciones de los padres y colegio, es muy común que los niños presenten cuadros depresivos, ansiedad y en extremos más graves, conductas suicidas. También, los padres suelen estar muy frustrados, por lo que aumenta el riesgo de que sean niños víctimas de maltrato físico o psicológico. Por otra parte, reiterando las constantes críticas y “fracasos” a los cuales están expuestos, son más propensos a desarrollar trastornos de conducta y consumo de alcohol y drogas.
Diagnóstico y tratamiento:
Se sugiere que antes de hacer el diagnóstico se realice una evaluación médica para descartar patologías auditivas, visuales o del desarrollo, que puedan ser las causantes de los síntomas.
Como se puede observar según lo mencionado, el TDAH es un cuadro muy complejo, que tiene implicancias en distintas esferas de la persona. Es por esto, que la evaluación debe ser multidisciplinaria, es decir, no basta con que el niño se distraiga en clases solamente, o que sea inquieto en la casa, si no que los síntomas deben manifestarse en distintas áreas, las cuales deben ser evaluadas por diferentes profesionales. Se recomienda hacer una evaluación psicológica, neurológica y con padres o familia y colegio (profesores, prefectos, psicólogos escolares, etc).
Es importante que una vez comprobado el trastorno, se trabaje multidisciplinariamente, pues es necesario trabajar cada esfera del niño y así mejorar el pronóstico.
En el hogar se sugiere la incorporación de horarios y hábitos establecidos, junto con reglas y límites muy claros. Esto debe ir acompañado de un clima de mucha contención y paciencia, junto con una implementación de un sistema de refuerzos positivos (reconocer logros, felicitar, premiar, etc) y evitación de descalificativos, pues llevan a una baja importante en el autoestima y concepto de auto eficacia.
En cuanto el sistema escolar, se sugiere que el niño sea sentado en lo posible adelante, para evitar distractores. También es importante que los profesores estén en conocimiento del diagnóstico, para una mayor comprensión del niño y sus necesidades; por ejemplo, necesitamos que los profesores refuercen constantemente y se eviten las críticas, y que las corre cciones se hagan en privado y siempre con cuidado y contención. Es de mucha ayuda incorporar también un refuerzo de psicopedagogía, para apoyar la parte académica y emocional relacionada.
Por otra parte, es fundamental el apoyo psicoterapéutico, para reforzar la parte emocional del niño, que suele estar muy afectada. Se trabaja en profundidad la autoestima y concepto de autoeficacia, para rescatarle al niño los recursos, pues suelen ser niños muy reflexivos, creativos, afectuosos, buenos compañeros, observadores, espontáneos y dispuestos a ayudar. También es muy importante la parte de la impulsividad o control de impulsos, y la capacidad de enfocarse. Todo esto se acompaña de psicoeducación a los padres, pues se les enseña el manejo y se les ayuda con los temas de la frustración, que suelen ser muy altos tanto en los niños como en sus padres.
Por último, tenemos el tratamiento neurológico, que si bien causa mucha controversia, en casos es necesario para lograr que el niño salga adelante. Este tratamiento consiste en controles médicos y farmacoterapia, la cual suele ir acompañada de muchos mitos. Es necesario aclarar, que los fármacos usados para el TDAH no causan dependencia ni tendencias a la drogadicción. Solemos escuchar comentarios como que los niños quedan en “modo zombie” “piloto automático”, pero una dosis adecuada debe mantener al niño despierto para poder concentrarse, y no estar en estado de ausencia.
No todo niño con TDAH requiere de tratamiento con fármacos, pues según su gravedad puede ser tratado solo con psicoterapia y medidas de tipo conductuales, y jamás se buscará medicar a un niño si no es estrictamente necesario. Sin embargo, hay casos en que los síntomas afectan e interfieren gravemente con la vida del niño, su desarrollo normal y su felicidad, no pudiendo realizarse la
terapia efectivamente ni pudiendo aplicar las medidas en el ámbito familiar o escolar. Aquí es cuando hay que cuestionarse junto al médico, si es necesario apoyar la terapia y otras medidas con fármacos como el “Metilfenidato”, que ayudan a que el niño pueda enfocarse, y así poder trabajar con él para generar el cambio. Cabe destacar, que el fármaco por sí solo no generará un cambio en el sujeto, sino que es ayuda complementaria a otras terapias.
Pronóstico de pacientes con TDAH:
Es importante entender que mientras más temprana sea la intervención, mejor es el pronóstico, pues el niño estará menor tiempo expuesto a síntomas que generan patrones o hábitos de comportamiento, que traen como consecuencia las críticas y sus efectos en el autoestima y motivación posterior al cambio. De la mano de esto, va una compensación de las áreas deficitarias del niño, buscando soluciones a los problemas, para no generar desfases en el desarrollo cognitivo, motor, social ni emocional.
Si tenemos padres unidos en la educación de los hijos, con límites y reglas claras y acordes al sistema educativo y al ejemplo de ellos, contribuimos a un mejor pronóstico. También ayuda la capacidad familiar y escolar de entender las dificultades del niño y ge nerar un ambiente de apoyo emocional, en donde se favorezca una crianza respetuosa y cariñosa, rica en refuerzos positivos y baja en críticas negativas. Es importante también que la crianza sea consistente, pues si el niño percibe un sistema educativo laxo, es más difícil lograr una organización mental que le permita predecir acciones, aumentando así su ansiedad.
Por el contrario, si tenemos ausencia, inconsistencia o normas de crianzas muy restrictivas, el pronóstico empeora considerablemente. Si tenemos padres negadores de la situación real del niño, no aceptando las dificultades, o por otro lado, no generando un ambiente de apoyo familiar al niño, es probable que se genere en él una sensación de autoeficacia tan baja, que el pronóstico empeora inmediatamente. Esto se debe a que estamos en presencia de un joven que no se siente capaz, que cree que es un problema, que se siente solo, y que pierde la esperanza en poder cambiar.
Conclusión:
Los pacientes con TDAH suelen experimentar rechazo social, accidentes, problemas de conducta, dificultades en el rendimiento académico, estrés familiar, etiquetas negativas, desesperanza, ansiedad y una muy baja autoestima. Para evitar esto, es necesario entender lo central del cuadro, y desmitificarlo. No estamos frente a un niño flojo, no es un niño rebelde, no es un niño que no quiere aprender, no es un niño que no entiende instrucciones; es un niño con dificultades para lograr ciertas cosas, pero que con el apoyo y trabajo necesario, pueden alcanzar una vida feliz, sin la frustración acostumbrada.
Con la presión solo aumentamos la frustración y desesperanza, por lo que hay que cambiar el foco, redirigirlo hacia los refuerzos positivos y que la motivación no esté en los logros, si no en el esfuerzo. Solo de esta manera lograremos bajar la ansiedad y las críticas tanto personales del paciente, como de los que lo rodean, generando sentimientos de que puede lograr cosas y por lo tanto estar mejor. Es importante que la persona comprenda que los logros no lo definen, y que a la vez él puede conseguir las mismas cosas que alguien sin TDAH, aunque requiera un mayor esfuerzo.
Como se mencionó anteriormente, el TDAH es crónico y no tiene cura, pero si podemos, con un adecuado trabajo terapéutico, lograr que los síntomas bajen en cantidad, intensidad y frecuencia, logrando así un adolescente o adulto con mejor adaptación y autoestima sana. Es por esto la necesidad de generar un cambio en la mentalidad, eliminar los prejuicios del TDAH como flojera, o problemas de educación, pues si bien pueden aumentar o disminuir los síntomas, no son ni la causa ni la solución al problema.