Por: Opus Dei Chile.
Gracias al generoso aporte de cientos de personas, se pudo recaudar fondos e iniciar la remodelación. Cuando ya estaban prestos a la inauguración llegó la pandemia. Luego de duros meses de incertidumbre hoy ya se encuentra abierto y lleno de vida.
Casi seis décadas han pasado desde que un grupo de personas, bajo el impulso de Mons. Adolfo Rodríguez Vidal, primer sacerdote del Opus Dei que llegó a Chile, empezaron un dispensario atendido por voluntarias y un médico en la comuna de Recoleta.
Cincuenta y ocho años después, y con cerca de 21 mil atenciones anuales, esta obra corporativa del Opus Dei necesitaba con urgencia una remodelación. “Requeríamos nuevos equipos, mejorar la infraestructura y adecuar las instalaciones para atender mejor a nuestros pacientes”, señala Chantal Duhalde, directora del Policlínico.
Gracias al generoso aporte de “Amigos de El Salto”, se realizaron las obras necesarias, pero cuando ya estaban prestos a la inauguración llegó la pandemia. “Debimos dejar de atender prácticamente en todos los servicios que ofrecemos y en el caso de salud mental pasar a modalidad online. Fue una situación muy triste para nosotros, estábamos ilusionados en reinaugurar y brindarle a los pacientes un muy buen servicio”, señala Chantal.
En los meses en que el Policlínico estuvo prácticamente vacío y carente de alma -que son los pacientes- en el equipo de El Salto resonaban aquellas palabras de san Josemaría: “Si Dios está con nosotros, ¿quién nos podrá derrotar? Optimismo, por lo tanto. Movidos por la fuerza de la esperanza, lucharemos (…)[1]”.
A principios de octubre se pudo empezar a atender presencialmente y el sol volvió a brillar para el Policlínico. Los pacientes poco a poco fueron llegando y el edificio cobró vida: doctores y becados en sus nuevas consultas y con la alegría de ver a los pacientes reiniciando sus tratamientos.
“Yo volví a trabajar el 9 de septiembre; fui una de las primeras. Estaba como primer día de colegio, me encantó volver, estar encerrada en la casa no es lo mío. Este es un trabajo de mucha escucha y cada paciente es único”, señala Gladys, una de las recepcionistas del Policlínico, dejando entrever una amable sonrisa a través de su máscara y protectores oculares.
Una de las áreas que estuvo sin atender y que fue ampliamente remodelada fue odontología, por lo que iniciar nuevamente las atenciones ha significado una gran satisfacción para sus profesionales. “Estoy muy contenta de volver a ver a los pacientes. Hemos tenido que aprender lo relacionado con los nuevos protocolos de higiene, pero al final todo vale la pena. Hay muchos pacientes cuyos tratamientos quedaron interrumpidos y que ahora los pueden retomar” cuenta una irreconocible Karla, debido a las múltiples capas de implementos de seguridad que solo permiten ver sus ojos.
El Policlínico también juega un rol en la formación de nuevos médicos. Este 2020 los alumnos de sexto año de medicina de la Universidad de los Andes solo pudieron asistir dos semanas antes de que se suspendieran las actividades. Cecilia Brea, pediatra y docente de la Universidad de los Andes cuenta que, “fue frustrante tanto para los alumnos como para mí dejar de ver pacientes. Es maravilloso estar de vuelta. ¡Los estudiantes están felices! No hay que olvidar que los médicos nos debemos a los pacientes y para mis alumnos esta es la oportunidad de atenderlos. Es muy gratificante poder conversar con los pacientes y las familias, y ver que se van contentos con la atención recibida”.
Los voluntarios en El Salto son claves para el funcionamiento del Policlínico: en el caso de los profesionales de la salud ayudan en la atención de pacientes. También están quienes recaudan fondos u otro trabajo como la limpieza de la capilla, etc.
La encargada del área, Paula Fuentes cuenta que algunos voluntarios no pueden estar presencialmente, “los hemos capacitado para que atiendan los requerimientos de reservas de hora y emitan bonos desde sus casas”. . Revisa